17 nov 2013

Una pequeña y dulce venganza que no deja de aparecer en mi mente.

La estoy viendo, a pesar de que la oscura noche ya ha caído sobre nosotras.
Va a pasar por delante de mi, va distraída y después de todo el tiempo que ha pasado desde la última vez que nos vimos, probablemente no me reconozca.
Dos pasos más y llegará. Estoy ansiosa, estiro la pierna, ella tropieza y se cae. Con el fuerte impacto esta algo mareada. Genial.
- ¡Vaya! Te has caído.- le digo agarrandola del pelo.- ¿Te duele?
Una sonrísa perversa asoma bajo mi nariz mientras la observo.
- Uh… ¿Quien… Quien eres y que quieres?
- ¡Callate!
La levanto un poco. Le ato las muñecas y la amordazo. Así se estará un rato callada.
- Vamos a dar un paseito. ¿Quieres? Ah… No, que no puedes hablar.. Bueno, quien calla otorga, ¿no? Nos lo pasaremos genial. Ya verás.
Abro el coche y la tiro dentro. Cojo su bolso, lo abro y saco el movil. Es mejor avisar de que pasará unos días ‘’fuera de casa’’. Cotilleo sus mensajes… Oscar… A él le enviaré uno, y otro a la madre.
Me meto en el coche y voy a casa.
- Anda.- le ordeno mientras la hago entrar al ascensor.
Cuando llego a casa, dejo mis cosas en el recibidor y la llevo a la habitación de invitados. La siento en una silla y la ato, los pies a las patas y las manos en los reposa brazos con cadenas, así no se moverá.
Dejo pasar el tiempo, escucho como se queja y llora, pero no le hago caso. Me limito a leer y ver la TV.
Entro en la habitación, cierro la puerta y me apoyo en ella, la observo.
No tiene fuerzas, se ha cansado de gritar. Le saco el pañuelo de la boca.
- ¿Estás disfrutando de tu estancia?
- Necesito ir al baño.
- ¿Sí? Mala suerte, yo también he necesitado muchas cosas y no las he tenido.- le digo sonriendo.


Pasan los días, no se mueve. La alimento a regañadientes, aún no es su hora.
Cojo una, algo gruesa, lámina de madera y la atornillo a la silla, luego la ato por el cuello. No quiero mordeduras.
- ¿Sabes el daño que me has hecho? ¡Eh! ¿Sabes acaso todo lo que has causado en mi?
Ella niega con la cabeza y me observa asustada, no lo entiende.
- Mira, puta de mierda ¡Mira lo que me has hecho hacer!
Me levanto el pantalón y quedan a la luz decenas de cicatrices, algunas rosas, algunas ya casi desaparecidas… Pero se notan, ahí estan, yo las veo.La rabia me invade y unas pequeñas lágrimas descienden de mis ojos por las mejillas, manchando mi camiseta, dejando la marca que antes ya habian dejado. Cojo un cuchillo y le rasgo el pantalón.
- Es tu momento, probarás mi dolor como nadie jamás lo ha hecho.
Tomo mi cuchilla favorita y la acerco a ella. Grita, llora y suplica.
Entonces, la coloco sobre su piel, la de su pierna derecha. Sigue llorando mientras tiembla.
- Ahora si que llorarás.
Presiono la cuchilla contra su piel, esta fría y brilla. La corto, empiezo a ver como su piel se lamina y deja de ser una sola. La sangre no aparece. Pongo las manos a ambos lados del corte y estiro, lo dilato.
La sangre empieza a salir, pequeñas bolitas se crean sobre la herida.
- Preciosa, es preciosa. No como tu, que no eres más que una triste fulana.

CONTINUARÁ

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